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por Jay Sherman 

¿A qué suena un caballo de madera? 

La vigencia actual del dadaismo es innegable. La mayor parte de las propuestas artísticas con el sello de contracultura, el arte performático o las instalaciones más ingeniosas incluso dentro del museo, son en gran medida herederas del quiebre que significaron los postulados de Tristan Tzara y Hugo Ball a principios del siglo que pasó. 

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Y es que la introducción de elementos cotidianos dentro del espacio artístico, el desdén hacia las instituciones tradicionales, la búsqueda o creación de nuevos espacios y una pulsión constante por apropiarse de cualquier dispositivo como un vehículo para la expresión, son sólo algunas de estas características que aún subsisten en buena parte de la producción artística contemporánea. 

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Esto es posible ya que “dadá ” se desplegó arbitrariamente como un rizoma y estableció anclajes en diversos campos de la expresión: cine, fotografía, pintura, poesía, teatro... pero si bien el dadaísmo se vio dúctil y ávido por subvertir todos los lenguajes, pareciera también que dejó uno olvidado, y uno muy importante... 

Aquí no se trata de hacerse el distraído y olvidar que en las pintorescas sesiones de lecturas poéticas, los films y/o en gran parte de aquellos “proto-happenings”. la música rara vez estaba ausente. Aún así, puede afirmarse que no se conoció jamás un movimiento dadaísta de la música como tal, o al menos hasta ahora. 

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Esto bien puede deberse al tiempo en que “oficialmente” duró el movimiento (y la sorpresa con que éste tomó al mundo...), Si bien dadá logró renacer varias veces, habitando también otros ropajes como sucediese con Fluxus durante los años 70s, es casi nulo el registro en relación con el lenguaje musical si se le compara con los anteriormente citados.

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¿Quizás un período mayor hubiese posibilitado la germinación y expansión de una nueva corriente musical como sucediese con el romanticismo y tantos otros estilos? No lo sabemos, pero es cuando menos posible. Lo que si es seguro es que al menos en esta primera etapa no llegó jamás a desarrollarse una escuela de música dadaísta como tal. 

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Aún así consideremos que sin sus antecedentes de libertad absoluta, el sentido crítico a la solemnidad del arte, el humor, la irreverencia frente a lo políticamente correcto y la sátira hábil, los posteriores movimientos de música concreta, electro acústica, experimental, free jazz o hasta rock seguramente no hubiesen sido posibles. De este modo no es difícil asociar a unos cuantos compositores como herederos del dadaísmo (desde John Cage a Frank Zappa, desde John Coltrane a Throbbing Gristler), pero nuevamente sin remitirse a un registro referencial sincrónico con la ebullición del dadaísmo. 

Si bien el panorama luce desolador para el melómano admirador de las primeras vanguardias, la cultura del mirar atrás, desempolvar y visibilizar aquello que no pudo degustarse en plenitud y a tiempo, ha provisto hace muy poco de notables hallazgos en esta materia.

 

Así por ejemplo el Centro Pompidou de Francia lanzó recientemente la compilación Dada et la musique (Muza/2005), en la que se intercalan grabaciones originales de Honegger, Poulenc, junto a los célebres Eric Satie, Arnold Schöerberg y el checo Erwin Schulhoff intercalados con lecturas de poemas incluídas las del propio Tzara, Ernst y el mismísimo Marinetti, padre del futurismo italiano. 

Tristan Tzara / Marcel Janco / Richard Huelsenbeck: L'amiral cherche une maison a louer, 1916 

Existe además un antecedente unas décadas atrás, ya que en 1985 vio la luz Dada for Now (APK/1985), otra selección en la que aparecen el propio Hugo Ball y Tzara nuevamente, además de los también hoy consagrados Giacomo Ballay e Arthur Honegger, como cabía de suponer. 

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Interesante documento para nostálgicos de lo que no fue.

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dadá significa: juguete infantil caballito de madera

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Dada et la musique puede descargarse desde aquí 

Más Dadá for now para escuchar aquí

Giacomo Balla: Discussione sul futurismo di due critici sudanesi, 1914: Macchina Tipografica, 1914: Paesaggio + Temporale, 1914. 

 Arthur Honegger: Pacific 231, 1923 

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