Assayas no abusa de la belleza ensordecedora del paisaje de los Alpes suizos, que incluso proyecta casi sin música ni efectos, porque aun cuando éstos ofrecen panoramas impactantes que dejarían boquiabierto al más frívolo espectador, el único protagonista de esta historia es el orgullo de una mujer, que no logra dilucidar hasta qué punto la belleza física y la juventud definen y dominan el propósito de su carrera y hasta de su propia existencia.

María y Valentine discutirán incansablemente el significado de las líneas de la obra de teatro Maloja Snake, sin demostrar nunca que en realidad luchan por imponer la una a la otra su propio concepto de la virtud última del ser humano y del peligro destructivo que acarrea el narcisismo en esa búsqueda infinita.

Luego de escalar las cumbres empedradas y áridas de su propia egolatría, María logrará arribar a un páramo de tranquilidad, donde una silenciosa serpiente de nubes finalmente llegará para abrazarla, ahora en su soledad. El desconcierto y la melancolía latentes se desvanecerán, y podrá entender que el paso ineludible del tiempo de los hombres la convertirá en la versión más hermosa y única de si misma.